Rubifen, Concerta y Equasym: Guía completa sobre medicación para el TDAH

¿Rubifen, Concerta o Equasym? Medicación y TDAH, un viaje sin mapa

Este tema no es de los fáciles, pero tampoco es de los que se pueden evitar. La medicación para el TDAH genera preguntas a mansalva, y no es para menos. Cuando te dicen que tu peque (o tú) podría beneficiarse de una medicación como el Rubifen, Concerta o Equasym, se abre un mundo de “pros”, “contras” y mitos de todo tipo que asusta más que un thriller. Así que, hablemos claro y desmontemos algunas cosas sobre estas medicinas.

Empecemos por lo básico: ¿qué son y cómo actúan?

1. Rubifen (metilfenidato)

El Rubifen es uno de los más conocidos. Si te suena el nombre de “metilfenidato”, que es el principio activo, ya sabes de qué va la cosa. Básicamente, ayuda a regular la dopamina en el cerebro, algo que, en una mente con TDAH, funciona como una cafetera sin filtro: ¡goteando por todas partes!


Para quienes tienen el TDAH, Rubifen ayuda a enfocar, a reducir la hiperactividad y, de paso, a mejorar la impulsividad. Pero ojo, no cura el TDAH. Simplemente ayuda a reducir sus efectos para que el día a día no parezca una montaña rusa en hora punta.

2. Concerta

Concerta es otro primo hermano del Rubifen, también basado en metilfenidato. La diferencia es que está diseñado para liberar el medicamento poco a poco a lo largo del día. Esto es clave, porque en vez de tomar varias dosis (como puede ser el caso del Rubifen), Concerta aguanta el tipo hasta que la jornada casi ha acabado. Imagina que te tomas un café que te dura desde el desayuno hasta la merienda; pues algo así es el Concerta.

Lo bueno de esta fórmula prolongada es que el niño o adulto no necesita acordarse de tomarse varias pastillas al día, con lo cual se evitan despistes y fluctuaciones en el efecto.

3. Equasym

Equasym, otra opción dentro de los estimulantes, tiene una liberación “mixta”: una parte de la dosis se libera al principio y otra lo hace gradualmente. Esto ayuda a controlar los síntomas a lo largo del día, pero no todo el tiempo. Este tipo de “dosificación híbrida” funciona bien para muchas personas con TDAH que necesitan un control efectivo de los síntomas pero que no desean que el efecto sea demasiado largo.

La pregunta del millón: ¿cómo saber cuál es el indicado?

Aquí es donde todos los padres (y algunos adultos también) nos arrancamos los pelos. Porque, aunque cada medicamento tiene su ficha técnica y su objetivo, la reacción es personal y puede ser muy distinta en cada caso. Así que, si estás pensando en que uno de estos medicamentos podría ser una opción, ármate de paciencia y, sobre todo, lleva un buen registro de los efectos en el día a día.


En mi caso, cuando le recetaron Rubifen a mi hija, no sabía si emocionarme o echarme a llorar. Sabía que la medicación podría ayudarla a concentrarse y reducir su impulsividad, pero el miedo a los efectos secundarios era muy real. El primer mes fue como una prueba de resistencia: ella, su padre y yo con el “cuadernito” en la mano, apuntando cada detalle. “Hoy está menos inquieta, pero ha perdido un poco de apetito.” “Más tranquila en clase, pero algo irritable en casa.” Vamos, un mix de emociones donde nunca tienes la certeza de si estás haciendo lo mejor o no.

Los efectos secundarios que nadie te cuenta en la farmacia

Hablemos de lo que no suele aparecer en el prospecto.

  • El apetito: Sí, muchos niños y adolescentes con TDAH que toman medicación como Rubifen o Concerta pierden el apetito, al menos al principio. Es como si el cerebro, al tener algo más de control, “olvidara” el hambre. En nuestro caso, fue un tira y afloja con el desayuno y las meriendas, hasta que logramos incluir alimentos que le encantaban y así compensar la pérdida de ganas de comer.


  • Problemas de sueño: Algunos padres se quejan de que, al principio, los niños tardan más en dormirse. Claro, si tomas un medicamento que te activa, luego cuesta “desconectar” al final del día. Con el Equasym, por ejemplo, al liberar parte de la dosis al inicio y el resto gradualmente, esta situación suele estar un poco mejor balanceada. Pero, en mi caso, descubrimos que mantener una rutina de sueño muy estricta (cena ligera, lectura relajante…) fue clave para que conciliara mejor el sueño.


  • El famoso “efecto rebote”: Aquí, el Concerta suele ser el campeón. Al tener una liberación prolongada, es más probable que cuando pasa el efecto, hacia el final de la tarde, el niño o adolescente experimente un “bajón” repentino. Esto puede traducirse en irritabilidad o cansancio extremo. En casa, cuando mi hija tomaba Concerta, teníamos que planificar actividades relajantes al final del día para que este efecto no nos pillara desprevenidos.


  • Aislamiento o desinterés: Algunos niños (y adultos) reportan que, con la medicación, sienten menos ganas de interactuar. Esto es algo que no ocurre en todos los casos, pero si notas este tipo de cambio en el comportamiento, es clave hablarlo con el médico. A veces es cuestión de ajustar la dosis, o de cambiar a una medicación de efecto más corto.

Entonces, ¿es realmente necesario medicarse?

Esta es la pregunta del millón. Y la respuesta no es ni sí ni no, sino depende. La medicación puede marcar una gran diferencia, pero también debe ir acompañada de otras estrategias. La terapia cognitivo-conductual, la educación emocional y una buena estructura de apoyo (ya sea en el cole o en casa) son tan importantes como la medicación.


Nosotros descubrimos que, en algunos días, la medicación podía no ser la mejor solución. Hay días en que, si la jornada es más ligera o si el enfoque puede ser más flexible, no necesariamente la medicación es la primera opción. Pero eso sí, en momentos donde hay un gran desafío (exámenes, eventos familiares, cambios de rutina), un poco de ayuda nunca está de más.

Un último consejo para padres y adultos con TDAH

Si te estás planteando esta opción para ti o para tu peque, confía en el proceso pero también en tu instinto. La medicación no tiene que ser un compromiso permanente. Cada cierto tiempo, puedes hablar con el especialista para revisar la evolución y, en caso de que lo consideres oportuno, ajustar o incluso suspender el tratamiento. Y si te asusta el cambio, ¡es normal! Pero recuerda que el TDAH es un maratón, no una carrera de velocidad.


Así que, la próxima vez que alguien te mire raro cuando mencionas que tu hijo toma medicación para el TDAH, o que tú mismo lo haces, sonríe y sigue adelante. Sabes que estás haciendo lo mejor para ayudar a tu cerebro (o al de tu hijo) a vivir una vida un poquito más fácil. Porque la vida con TDAH es intensa, y cada herramienta cuenta.

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